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NOTA

En el país del Canal, abriendo canales?

AGLUTENADOS estuvo en Panamá e investigó cómo es ser celíaco en ese país. Entrevistó a Valeria Lara, madre de Diego, que es celíaco y lo sabe desde que tiene dos años; hoy Diego tiene ocho. Su familia creó una Fundación para ayudar a los celíacos panameños. Valeria nos cuenta las peripecias ocurridas hasta lograr el diagnóstico y lo difícil que resulta desde la Fundación convocar a los supuestos interesados.

 

Primer dato: si volás por Copa, llevate tu Tupper; Copa no ofrece menú gluten-free; avisalo cuando hagas el check-in… ¡y listo!

Panamá es un país pequeño cuya principal fuente de ingresos es el Canal de Panamá, una impresionante obra de ingeniería que comunica el Pacífico con el Atlántico y por donde pasan una gran cantidad de barcos. Hay muchos lindos lugares para visitar, y todo queda relativamente cerca.

Valeria vive en Panamá City, y nos cuenta que su hijo tenía episodios de diarrea desde que empezó a comer papillas. "Se lo veía un niño normal, crecía bien", dice ella; y las diarreas ocurrían cada tanto. Hasta que, cerca de los dos años, lo notó más menudo que los otros niños, y tuvo un episodio de diarreas durante dos meses seguidos. Estaban preocupados.

El médico había mencionado en una oportunidad una enfermedad que provocaba diarreas pero que no existía en Panamá; era de origen europeo y afectaba a personas blancas, les había explicado. Cuando volvieron a la consulta porque las diarreas regresaron, él acababa de regresar de un congreso en la Argentina, donde se había hablado de enfermedad celíaca. Aclarándoles que era improbable que la tuviera, recomendó hacer las pruebas, dado que no daban con el diagnóstico. Los resultados volvieron de los Estados Unidos confirmando el diagnóstico de enfermedad celíaca, comprobado luego con la biopsia.

Valeria dice que la mejora de Diego fue casi inmediata a partir de la dieta libre de gluten (DLG). Se tomaron el tema con bastante tranquilidad, y con paciencia fueron recopilando datos de productos aptos. Su médico se motivó para seguir estudiando el tema. Logró que los hospitales públicos realizaran las pruebas, aunque sospecha que algo no anda bien ya que los resultados son siempre negativos.

En Panamá prácticamente todos los productos son importados, así que encontraron varios productos libres de gluten, en particular en el supermercado Riva Smith y en Orgánica, una tienda que importa productos orgánicos y libres de gluten y que tiene cuatro sucursales en el país. Los productos son caros; el pan de molde sale 7 dólares, mientras que un pan común cuesta 1,5. El gobierno hasta ahora no los ha ayudado, y lejos están de lograr una Ley Celíaca, si bien trabajan para eso.

"Diego es muy vegetalero", dice Valeria, así que los primeros años se manejaba para los recreos en la escuela con frutas, zanahorias. Ahora ya pide sus "burundangas": papitas, snacks, dulces. Es muy cuidadoso con su situación. Según su madre, cada tanto se queja pero también nota que le gusta sentirse especial. Identifica los productos por el logo, y si no pide que le lean los ingredientes y consulta con su mamá antes de comer algo que no sabe si es apto.

Valeria aprovechó un tiempo que estuvo sin trabajar para armar una fundación para ayudar a los celíacos panameños. Hoy trabajan ella, su madre y su marido, que es médico psiquiatra. Asisten con charlas gratuitas o por mail a los celíacos que se contactan. Junto con la Asociación de Paraguay organizaron charlas para médicos y para celíacos. Valeria nos cuenta que la charla de médicos casi no tuvo asistentes; ella dice que la mayoría de los doctores no conoce la enfermedad y, como una vez diagnosticada no hay mayores procedimientos médicos que generen ingresos económicos, son pocos los profesionales que se interesan en el tema. Tampoco lo hacen las casas farmacéuticas, al no haber medicamentos de por medio (excepto Nutribén, que ha sido siempre incondicional con ellos, aclara Valeria).

Desde la Fundación organizan actividades al aire libre para el Día del Celíaco, y Valeria dice que son pocos los que asisten. Analizando el porqué, surge en la charla que una de las razones puede ser que los celíacos en general, allá, no son muy conscientes de la importancia de la dieta. Y sobre todo los adultos, que se deprimen bastante, piensan que ya no pueden comer nada y se paralizan.

Comparten información y datos de restaurantes donde pueden preparar comida cuidada desde el blog: www.wwwacepa.blogspot.com .

En Panamá se come mucho arroz blanco, frijoles, pescado, carnes, y se acompaña con pan. El protagonista es el trigo, a diferencia de otros países de la región, en los que predomina el maíz. Para las frituras, uno debe preguntar en la cocina si podrán hacerlas en aceite nuevo, y de esa manera comer riquísimos patacones (plátano frito) o yucas fritas (mandiocas fritas). Si bien hay riquísimas frutas tales como la piña, el maracuyá, la papaya, el mango, cuando hablamos de jugos de frutas naturales debemos pedirlos "exprimidos". Se les dice "natural" a muchas cosas que no lo son. En nuestra experiencia en San Blas, idílico archipiélago de 365 islas con palmeras, arena blanca, mar turquesa, manejadas por los indios kunas, nos ofrecieron flan de postre. Frente a mi pregunta sobre los ingredientes, me decían "es todo natural". Pregunté entonces: "¿Lleva huevos, leche?". "No, es un polvito natural que se prepara con leche." Seguí disfrutando de las ricas frutas. En el casco histórico, encontramos helados Häagen-Dazsen pote, aptos para celíacos.

Los panameños en general son muy amables, así que uno puede llegar fácilmente a hablar con quienes cocinan en los restaurantes para asegurarse de comer sin gluten. Y los hoteles más importantes cuentan con maîtres que entienden del tema. En resumen, un lindo país para visitar y comer libre de gluten tomando los recaudos necesarios y llevando algunos productos desde acá para no perder mucho tiempo en encontrarlos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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